La historia detrás de los abuelos que terminaron la primaria

Sudamericana contó con la presencia de tres abuelos, de los cinco que esta semana se volvieron noticia ya que con mucho esfuerzo pudieron terminar la escuela primaria. Se trata de Justa Gauna, 85 años; Olga Cuellar, 84 años;  y Jesús Méndez, 90 años. También estuvo en nuestros estudios Daniela Vendler – la Directora del Área Adultos Mayores de la Municipalidad de Santa Ana; y Coordinadora del Club de Abuelos  "Ana y Joaquín", al cual pertenecen los abuelos.

OLGA Y JESÚS DE BOLIVIA A SANTA ANA  

Olga y Jesús son de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Ambos vienen de familias humildes y llegaron a la Argentina con el sueño de tener un futuro mejor, pero aquí se encontraron con una familia que se aprovechó de su pobreza y los explotó laboralmente. Una historia cargada de sacrificios, necesidades, lágrimas, y un gran amor entre ambos que los ayudó a sobrevivir de las malas épocas y los llevó al lugar en el que hoy están.  

Jesús, contó que cuando era niño fue al colegio pero debido al trabajo no podía concurrir todos los días y “cuando tenía que rendir me mandaban a trabajar”, recuerda. “En ese entonces me pagaban 16 pesos el mes, no me alcanzaba para casi nada”.

Y un día se cansó de esa explotación y se fue de su casa sin avisarles a sus jefes, y sin despedirse de su familia. “Me fui a buscar la vida a otro lado”, explica y fue así como llegó a Argentina. Después de dos años volvió a su país para visitar a su familia. En esta visita relámpago es que conoce a Olga y se enamora de ella.

“Yo vine en 1953, con 18 años”,  recuerda Olga. Una mujer los trajo a Salta con la promesa de un trabajo digno en Argentina pero en realidad los trajo para explotarlos laboralmente. Jesús trabajaba de 5 a 23 horas en la empresa de recolección de frutas y Olga era la empleada doméstica de la casa.

“La señora me hacía levantar a las 6 de la mañana y me hacía limpiar hasta las 12 del mediodía, de ahí me llevaban a comer y descansaba un ratito, y empezaba a limpiar otra vez hasta la noche. Así pasaba el día y la señora no nos pagaba”.

Se cansaron de esta vida y decidieron irse. Así , por trabajo, recorrieron distintas provincias como ser Bariloche, y hasta Caleta Olivia (la Patagonia). “Desde un comienzo nos gustó Santa Ana, ya van a hacer 15 años que estamos ahí”, manifiesta Olga.

“Yo soñaba con ir a la escuela, cuando la profesora fue a casa con la noticia de que iba a ir a la escuela yo llore de contenta porque eso era lo que me faltaba. Cuando salí de la casa donde me tenían esclavizada, aprendí a hacer de todo un poco pero me faltaba leer, escribir y sumar. Yo le pedía a Dios y a la virgen, `tengo que aprender algún día´ decía pero no tenía tiempo de sentarme a estudiar porque siempre estaba trabajando. Pero ahora que nos jubilamos estamos más tranquilos”, dice Olga muy emocionada.

A lo que Jesús agrega “a mí me gustó ir a la escuela” y le consulta a su esposa “¿Olga vamos a ir a la secundaria?”... “Ella es la que manda”, añde entre risa. Y es que están juntos hace 66 años y ya es imposible hacer algo sin el otro. 

“Yo mismo me admiro, hay gente que pasa 20, 30 años y se divorcia, se separa, pero nosotros no. Antes si teníamos peleas pero ahora no, ¿no es cierto mi amor?” Le dice entre risas y Olga estalla en una carcajada.

JUSTA “ESTOY MUY FELIZ PORQUE SÉ LEER AHORA”

“Yo me fui poco a la escuela porque mi mamá era enferma y yo la tenía que cuidar, era más lo que faltaba que lo que iba. Cuando mi mamá falleció, me crié con otra gente y tuve que empezar a trabajar de niñera en Chaco”, comenta Justa.

Justa se casó a los 23 años, en Santa Ana. “Mi novio era de Santa Ana”, explica con una pícara sonrisa. Con él tuvo 4 hijos, y ya es abuela. “Tengo 6 nietos y 6 bisnietos”.

“Estoy muy feliz porque ahora sé leer. Mi hija me ayudaba, ella me corregía, me decía si estaba bien o mal”. “Ahora voy a pasar al secundario. Ella (indica por Daniela, la coordinadora del club de abuelos) me dice para ir al secundario pero no sé, a mí ya me duelen todos los huesos”.

LAS DIFICULTADES PARA VIVIR EN SANTA ANA

Hace 9 años se creó el club de abuelos. “La doctora Almirón estaba como intendenta en ese momento y fui a pedirle un espacio físico para hacer el club de los abuelos. Ella me dice te puedo dar la trafic y la merienda, y yo salí de ahí como un chico con un juguete nuevo. Nunca pensé que podía crecer tanto”, dice Daniela Vendler – la Directora del Área Adultos Mayores de la Municipalidad de Santa Ana; y Coordinadora del Club de Abuelos  "Ana y Joaquín".

“Una vez que cree esto,  vi las necesidades de un pueblo. Los abuelos no tienen medio de movilidad, no tienen remises, ni colectivos, por más que los abuelos quieran juntarse no pueden porque tienen que recorrer muchas distancias y a su edad ya no pueden moverse tanto”.

“Hay que crear conciencia, hay que hacer cambios desde los gobiernos. Hacen falta fondos para que ellos tengan espacios de interacción porque a veces tenés que trasladarlos y ellos siempre te dicen que no hay fondos”.

El club tiene 36 abuelos, de Santa Ana y alrededores. Sin embardo Daniela explica que hay muchas zonas que les falta cubrir. "Falta el tiempo, los fondos y las personas".